Fue tanta mi cobardía, la rareza, la sinrazón,
ya ves ni me despedí, quizá no me creyera tu ausencia,
No justifica eso el engaño.
Ya ni siquiera te ví,
ataviada en un cajón,
tampoco quise hacerlo,
importaba más tu voz, que apagada susurraba en mis oidos,
nunca pude justificar mi ausencia, por un extraño en mi corazon,
por uno o más extraños.
No me duele el desengaño, tan solo me duele el dolor,
Y te fuiste,
a una playa, con calor,
donde las gaviotas alegres revolotean, cuidando de tu pasión,
Tampoco te vi esparcida,
vestida para la ocasión,
muchos angeles te esperaban,
que pude hacer yo?
Si ya no eras nuestra, eras del mismo Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario